Gastronomía exótica
Cualquier gastrónomo que se precie, está
dispuesto a probar todos aquellos productos o platos que se presenten durante
un viaje de turismo gatronomico.
De acuerdo a las investigaciones arqueológicas
más recientes, los coreanos han comido carne de perro durante miles
de años. Y no se trata únicamente de una esporádica alimentación en tiempos de
crisis o de carencias nutricionales (como ha ocurrido en infinidad de países
del mundo (entre muchos otros Francia, especialmente en la guerra
franco-prusiana de 1870 -recuérdese que el ejército alemán sitió la capital
francesa y se generó una hambruna generalizada-, cuando fueron sacrificados
casi todos los animales del zoológico de Paris, y esa carne fue consumida en
los principales restaurantes), en los cuales, en períodos de hambruna
colectiva, se ha recurrido a la ingesta de carne canina y gatuna para
satisfacer el hambre apremiante, que la mayoría de los habitantes de una
población determinada experimentan en un momento dado.
Más no
solamente los coreanos son muy aficionados a consumir carne de perro. En una
nota de prensa de la Agencia EFE, publicada hace años, leí que en Tailandia se
halla muy difundida la costumbre de comer ese tipo de cárnicos, que es
considerada una delicia para aquellas gentes. Los canes más flacos son
considerados los más sabrosos, a juicio de los carniceros, encargados de
preparar los trozos de esa carne, que va a ser vendida a los consumidores.
Hace algunos
años se publicó la noticia, en un despacho periodístico de la Agencia Reuters,
que crecidos contingentes de chinos de Taiwán (isla llamada Formosa por los
portugueses) viajaban a Vietnam a degustar platillos a base de las garras de
los osos y de los penes de tigres, ya que consideran que esos manjares a más de
sumamente deliciosos son afrodisíacos en extremo. Estos hábitos alimenticios
propiciaron una desmedida cacería de osos y tigres, que movió a las
agrupaciones de conservacionistas de Taiwán a proteger esas especies de
animales.
Si volvemos
la mirada al floreciente mundo romano, que era la capital del mundo hace dos
mil años, nos enteraremos que los acaudalados patricios y la aristocracia de
Roma, con el emperador Vitelio a la cabeza, gustaba comer sesos de pavo real y
de faisán, y también se mostraban muy afectos a las lenguas de flamenco y de
ruiseñor. Fueron los romanos de hace veinte centurias quienes introdujeron a
las Galios (Francia) el gusto por el consumo de la carne de asno (que los
romanos aprendieron a degustar de los pueblos sojuzgados del Asia Central), que
durante la Edad Media era muy apreciada, especialmente en la cocina del
Périgord, reputada como una de las más exquisitas de Francia.
Cabe decir
que en la ciudad de Paris tuvo verificativo, el 6 de marzo de 1855, un gran
banquete presidido por el naturalista Geofrey Saint-Hilaire, y los refinados
comensales que participaron en tan sibarítico ágape degustaron un menú que, de
principio a fin, tuvo la carne de caballo por principal ingrediente. Para
establecer un atinado maridaje entre guisos y vinos fue seleccionado un vino
Gran Cru de Burdeos, de la región de Saint-Emilion.
Años más
tarde, durante el sitio militar impuesto por el ejército alemán, en 1870, a la
capital francesa, se redujo notablemente la capacidad de avituallamiento de los
sitiados. No tardó mucho en que el aterrador fantasma del hambre rondase entre
los habitantes de la otrora orgullosa urbe parisiense. El consumo de carne de
caballo y de asno se hizo muy común, y al carecerse de estos animales
comenzaron a ser vendidas las ratas*Llegó a la mesa la Sopa de chapulín (un
insecto que dio su nombre al cerro de Chapultepec, de la capital mexicana,
donde estuvo, en los tiempos prehispánicos, la residencia del Tlatoani -el Rey
azteca- de los mexicas), aderezada con papa, cebolla, ajo, vino blanco y
chapulines molidos, con guarnición de queso panela asado y jitomate cherry,
rellenos de queso de cabra y cilantro. La armonización de tan apetitoso
platillo fue con el vino Chateau Domecq Tinto.
El guiso
principal consistió en un plato (muy bien presentado a la vista) de Caracoles
en salsa de chile de árbol con pulque, salteados con ajo, cebolla, epazote y
xoconostle. Deglasados con pulque. Servidos con frijoles charros y arroz
blanco. Este exótico manjar armonizó muy bien con el mismo vino Chateau Domecq
Tinto.
El deleite
palatal continuó con el postre: Helado de camote con compota de capulín.
Consistió en un helado de camote, servido con una base de amaranto y chocolate,
acompañado de una compota de capulín y chilacayote, posteriormente bañado con
leche quemada y anís.
Las
“lombretinas” han sido muy aceptadas en concursos nacionales y la especialista
adelantó que debido a su éxito piensan en un futuro incluirlas en las dietas
infantiles que el gobierno otorga de manera gratuita, o bien agregar la harina
de lombriz a la tortilla, un alimento básico para los mexicanos elaborado con
harina de maíz. Los investigadores, que hasta pensaron en producir alimentos
con cucarachas, afirman que la producción de galletas es sólo el inicio de una
gama de alimentos a partir de la lombriz, que podrían ayudar a solucionar el
problema de la alimentación entre los núcleos humanos de mayor pobreza.
En la misma
nota periodística se menciona que la Agencia Espacial y Aeronáutica de los
Estados Unidos de América ( NASA, por sus siglas en inglés), se halla
interesada en los insectos para alimentar a sus astronautas, y que en esta
tarea juega un papel muy importante Julieta Ramos Elorduy, especialista del
Instituto de Biología de la UNAM, quien ha dedicado más de veinte años al
estudio de los insectos, y para ello combina recetas de bichos típicos de Asia,
África, Europa, Sudamérica y México, para preparar deliciosos y nutritivos
platillos.
La
investigación sobre los insectos tiene la finalidad de emplear los artrópodos
como alimento para los astronautas que pasan largas temporadas en el espacio.
Para ello tiene en sus laboratorios una amplia colección de insectos
comestibles, con el propósito de utilizarlos en viajes de larga duración para
reciclar desechos y abastecer las proteínas que requerirán sus astronautas.
Concluye
dicha nota periodística con las siguientes frases: “La especialista mexicana
afirma que los insectos contienen muchas proteínas, incluso, más que la carne
de vaca o de pollo. Dice que sus ventajas alimenticias radican en la
abundancia, y en que sus músculos contienen vitaminas, minerales y hasta 75 por
ciento de pura proteína; el triple que la carne de res, de acuerdo al estudio
del valor alimenticio de estos bichos. En casi 30 años de investigación,
Julieta Ramos Elorduy ha identificado en el mundo mil 681 especies de insectos
comestibles, 505 de las cuales son originarias de México. Además ha encontrado
en 272 especies de insectos diversas propiedades curativas, como es el caso de
ciertas hormigas (polurachis vicina roger), que resultan muy provechosas para
combatir la artritis”.
Cualquier gastrónomo que se precie, está
dispuesto a probar todos aquellos productos o platos que se presenten durante
un viaje de turismo gatronomico.
De acuerdo a las investigaciones arqueológicas
más recientes, los coreanos han comido carne de perro durante miles
de años. Y no se trata únicamente de una esporádica alimentación en tiempos de
crisis o de carencias nutricionales (como ha ocurrido en infinidad de países
del mundo (entre muchos otros Francia, especialmente en la guerra
franco-prusiana de 1870 -recuérdese que el ejército alemán sitió la capital
francesa y se generó una hambruna generalizada-, cuando fueron sacrificados
casi todos los animales del zoológico de Paris, y esa carne fue consumida en
los principales restaurantes), en los cuales, en períodos de hambruna
colectiva, se ha recurrido a la ingesta de carne canina y gatuna para
satisfacer el hambre apremiante, que la mayoría de los habitantes de una
población determinada experimentan en un momento dado.
Más no
solamente los coreanos son muy aficionados a consumir carne de perro. En una
nota de prensa de la Agencia EFE, publicada hace años, leí que en Tailandia se
halla muy difundida la costumbre de comer ese tipo de cárnicos, que es
considerada una delicia para aquellas gentes. Los canes más flacos son
considerados los más sabrosos, a juicio de los carniceros, encargados de
preparar los trozos de esa carne, que va a ser vendida a los consumidores.
Hace algunos
años se publicó la noticia, en un despacho periodístico de la Agencia Reuters,
que crecidos contingentes de chinos de Taiwán (isla llamada Formosa por los
portugueses) viajaban a Vietnam a degustar platillos a base de las garras de
los osos y de los penes de tigres, ya que consideran que esos manjares a más de
sumamente deliciosos son afrodisíacos en extremo. Estos hábitos alimenticios
propiciaron una desmedida cacería de osos y tigres, que movió a las
agrupaciones de conservacionistas de Taiwán a proteger esas especies de
animales.
Si volvemos
la mirada al floreciente mundo romano, que era la capital del mundo hace dos
mil años, nos enteraremos que los acaudalados patricios y la aristocracia de
Roma, con el emperador Vitelio a la cabeza, gustaba comer sesos de pavo real y
de faisán, y también se mostraban muy afectos a las lenguas de flamenco y de
ruiseñor. Fueron los romanos de hace veinte centurias quienes introdujeron a
las Galios (Francia) el gusto por el consumo de la carne de asno (que los
romanos aprendieron a degustar de los pueblos sojuzgados del Asia Central), que
durante la Edad Media era muy apreciada, especialmente en la cocina del
Périgord, reputada como una de las más exquisitas de Francia.
Cabe decir
que en la ciudad de Paris tuvo verificativo, el 6 de marzo de 1855, un gran
banquete presidido por el naturalista Geofrey Saint-Hilaire, y los refinados
comensales que participaron en tan sibarítico ágape degustaron un menú que, de
principio a fin, tuvo la carne de caballo por principal ingrediente. Para
establecer un atinado maridaje entre guisos y vinos fue seleccionado un vino
Gran Cru de Burdeos, de la región de Saint-Emilion.
Años más
tarde, durante el sitio militar impuesto por el ejército alemán, en 1870, a la
capital francesa, se redujo notablemente la capacidad de avituallamiento de los
sitiados. No tardó mucho en que el aterrador fantasma del hambre rondase entre
los habitantes de la otrora orgullosa urbe parisiense. El consumo de carne de
caballo y de asno se hizo muy común, y al carecerse de estos animales
comenzaron a ser vendidas las ratas*Llegó a la mesa la Sopa de chapulín (un
insecto que dio su nombre al cerro de Chapultepec, de la capital mexicana,
donde estuvo, en los tiempos prehispánicos, la residencia del Tlatoani -el Rey
azteca- de los mexicas), aderezada con papa, cebolla, ajo, vino blanco y
chapulines molidos, con guarnición de queso panela asado y jitomate cherry,
rellenos de queso de cabra y cilantro. La armonización de tan apetitoso
platillo fue con el vino Chateau Domecq Tinto.
El guiso
principal consistió en un plato (muy bien presentado a la vista) de Caracoles
en salsa de chile de árbol con pulque, salteados con ajo, cebolla, epazote y
xoconostle. Deglasados con pulque. Servidos con frijoles charros y arroz
blanco. Este exótico manjar armonizó muy bien con el mismo vino Chateau Domecq
Tinto.
El deleite
palatal continuó con el postre: Helado de camote con compota de capulín.
Consistió en un helado de camote, servido con una base de amaranto y chocolate,
acompañado de una compota de capulín y chilacayote, posteriormente bañado con
leche quemada y anís.
Las
“lombretinas” han sido muy aceptadas en concursos nacionales y la especialista
adelantó que debido a su éxito piensan en un futuro incluirlas en las dietas
infantiles que el gobierno otorga de manera gratuita, o bien agregar la harina
de lombriz a la tortilla, un alimento básico para los mexicanos elaborado con
harina de maíz. Los investigadores, que hasta pensaron en producir alimentos
con cucarachas, afirman que la producción de galletas es sólo el inicio de una
gama de alimentos a partir de la lombriz, que podrían ayudar a solucionar el
problema de la alimentación entre los núcleos humanos de mayor pobreza.
En la misma
nota periodística se menciona que la Agencia Espacial y Aeronáutica de los
Estados Unidos de América ( NASA, por sus siglas en inglés), se halla
interesada en los insectos para alimentar a sus astronautas, y que en esta
tarea juega un papel muy importante Julieta Ramos Elorduy, especialista del
Instituto de Biología de la UNAM, quien ha dedicado más de veinte años al
estudio de los insectos, y para ello combina recetas de bichos típicos de Asia,
África, Europa, Sudamérica y México, para preparar deliciosos y nutritivos
platillos.
La
investigación sobre los insectos tiene la finalidad de emplear los artrópodos
como alimento para los astronautas que pasan largas temporadas en el espacio.
Para ello tiene en sus laboratorios una amplia colección de insectos
comestibles, con el propósito de utilizarlos en viajes de larga duración para
reciclar desechos y abastecer las proteínas que requerirán sus astronautas.
Concluye
dicha nota periodística con las siguientes frases: “La especialista mexicana
afirma que los insectos contienen muchas proteínas, incluso, más que la carne
de vaca o de pollo. Dice que sus ventajas alimenticias radican en la
abundancia, y en que sus músculos contienen vitaminas, minerales y hasta 75 por
ciento de pura proteína; el triple que la carne de res, de acuerdo al estudio
del valor alimenticio de estos bichos. En casi 30 años de investigación,
Julieta Ramos Elorduy ha identificado en el mundo mil 681 especies de insectos
comestibles, 505 de las cuales son originarias de México. Además ha encontrado
en 272 especies de insectos diversas propiedades curativas, como es el caso de
ciertas hormigas (polurachis vicina roger), que resultan muy provechosas para
combatir la artritis”.
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